Cuando uno promete la luna y el cielo, mejor es que los encuentre.
Rolando Romero había predicho un nocaut para la historia, brutal, fulminante, y todos acudimos a la pelea contra Jackson Mariñez como quien va a una feria de juegos artificiales, a ver un espectáculo grandioso, publica El Nuevo Herald.
Esa fiesta no sucedió en ningún momento, pero sí se apreció una victoria controversial que favoreció a Romero, convertido hoy en campeón interino de la Asociación Mundial del Boxeo, una decisión muy debatida en estos momentos que pone -una vez más- en tela de juicio la honradez de este deporte y la capacidad del muchacho para imponerse en su división.
“Tomos tiemblan cuando escuchan mi nombre’‘, había comentado Romero, un protegido de Floyd Mayweather que llegaba con marca de 11-0 y 10 nocauts.
“Todos son unos gallinas y se me esconden. Nadie tiene el poder de mi pegada en las 135 libras’‘.
Mariñez no se escondió, para empezar.
El dominicano vivió y murió detrás de un jab educado que frustraba las más de las veces al cubanoamericano de Las Vegas y su juego de piernas era preciso, constante, mientras pasaba los temibles golpes de su oponente.
Con ese jab y combinaciones de rato en rato, Mariñez iba sumando asalto tras asalto, al menos la mayoría de ellos, aunque Romero lograba conectar buenos golpes de poder, pero sin la consistencia y la durabilidad necesarias como para inclinar las boletas de su lado.
Que los tres jueces le hayan dado un veredicto unánime ya da qué pensar.
Que uno de ellos, Frank Lombardi, ofreciera una votacion de 118-110, eso es casi un escándalo y debería ser motivo de revisión por las autoridades boxísticas del Casino Mohegan Sun.