Francisco Alemán de las Casas.
Por supuesto que a todos nos hubiera gustado que Cuba, definitivamente, consiguiera que una o más de sus vacunas resultaran satisfactorias en su desempeño contra el coronavirus, pero eso no ha ocurrido.
Contrario a lo que indican las estadísticas en el resto del mundo, en Cuba no baja el número de muertos o de enfermos de COVID 19, a pesar de que el régimen, pomposamente, anunció que 3 de sus vacunas superaban o igualaban a los prototipos de vacunas que se aplican en todos los países.
Abdala, Soberna y Mambisa, según Cuba, sobrepasaban el 90 % de eficacia en la prevención del coronavirus. En cuanto a evitar muertes y complicaciones durante la enfermedad, también según Cuba, claro, las vacunas de la isla tenían 100 % de eficacia.
Cuba entre la realidad y la ficción
¿Lo que cuenta el régimen sobre las vacunas cubanas es verdad o mentira? Es mentira, sin ninguna duda. Los preparados cubanos no solo no evitan contraer el COVID 19, sino que, a juzgar por los propios datos del régimen, los potencian.
Los preparados cubanos no han demostrado eficacia previniendo complicaciones una vez que la persona enferma estando vacunada, sino que, en muchos casos, pareciera que estar vacunados con Soberana, Abdala o Mambisa y contraer la enfermedad equivale a una sentencia de muerte.
Hay un montón de teorías respecto a qué pudo salir mal con las vacunas caribeñas, desde las más científicas, hasta las más prácticas. Una de ella es la Teoría de la Tanqueta de Timerosal.
Fundamentos de la Teoría de la Tanqueta de Timerosal
- En Cuba todo el mundo roba y vende, ya que de otro modo no hay forma de subsistir.
- Las vacunas fabricadas allá, contiene Timerosal. El timerosal es un conservante a base de mercurio etílico que se utiliza en viales o frascos que contienen más de una dosis de una vacuna (o sea, de dosis múltiples) para evitar que gérmenes, bacterias u hongos contaminen la vacuna.
- Un empleado de la fábrica de timerosal debe poner en el camión que va para los laboratorios donde fabrican las vacunas, dos tanquetas de timerosal. El hombre saca un cuarto de líquido de cada tanqueta para venderlo en su cuadra y rellena la tanqueta que va para el laboratorio con agua de la llave.
- El chofer del camión, de camino al laboratorio, también le saca un cuarto de líquido a las dos tanquetas de timerosal e idénticamente, para que no se note el robo, rellena las tanquetas con más agua.
- Entonces, la sustancia que llega al laboratorio donde fabrican las vacunas tiene solo un 50% de la pureza original, y, contando con que nadie más se robe el contenido, la sustancia que usarán en los viales para que no proliferen los gérmenes, será, mitad agua, mitad timerosal.
Ese este un pequeño ejemplo de lo que pasa a todo nivel en Cuba. No debería extrañarnos que la Teoría de la Tanqueta de Timerosal puede explicar, mejor que ninguna, el fracaso de las vacunas cubanas.
Las teorías son sistemas lógicos-deductivos que sirven como sostén de los modelos científicos a través de los cuales interpretamos y explicamos la realidad objetiva.
La Teoría de la Tanqueta de Timerosal contiene lo que cualquier otra teoría, es decir: un concepto, un problema, un postulado, abstracciones, hipótesis, leyes, un principio de equivalencia, etc.
Si algo hace más creíble a la Teoría de la Tanqueta de Timerosal, es que, dentro de Cuba, todo el mundo metió la mano, vendió o revendió lo que otro le robó al estado. Era eso, es decir, participar de la delincuencia fomentada por el estado, o morir en la precariedad.
¿Cómo podemos probar que la Teoría de la Tanqueta de Timerosal es acertada?
Pues con el elemento primordial de la teoría: el propio régimen, el dueño de los laboratorios, de las vacunas, de los camiones que transportan el timerosal y hasta de los empleados, que lo mismo se roban la sustancia, que fabrican las vacunas con el timerosal adulaterado.
El ministro de salud de Cuba, José Ángel Portal Miranda reconoció que la mayoría de las personas que contrajeron COVID 19 en La Habana ya habían sido vacunadas con Soberana o Abdala.
Según Portal Miranda, entre el 72 y el 75 % de los casos diarios confirmados en la capital son personas inoculadas con los candidatos vacunales cubanos.
Recordemos que, bajo los estándares de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cualquier preparado que sobrepase el 50% de efectividad en la prevención del coronavirus, podría ser aprobado para su uso de emergencia durante la pandemia.
Estas cifras, que son muy bajas, equivaldrían a que al menos la mitad de los inoculados no contraería la enfermedad o lo haría con síntomas leves.
Pero Cuba reportó en junio que el fármaco nacional Abdala tenía una eficacia del 92,2 % en los ensayos clínicos. Según el régimen de la isla, un segundo candidato local, Soberana 02, logró una eficacia del 91,2 %.
¿Usted recuerda que al principio de este comentario hablamos de los porcientos de efectividad de las vacunas cubanas y que dijimos que todo era mentira?
Se lo pruebo mejor ahora:
A partir del 12 de mayo de 2021, Cuba inició la llamada “intervención sanitaria de emergencia” con Abdala. Se trató de una campaña de vacunación con una sustancia que ni siquiera había concluido la tercera etapa de los ensayos clínicos.
Tanto Abdala como Soberana se inocularon masivamente en la población. A dos meses del inicio de las vacunaciones, pareciera que el remedio fue peor que la enfermedad. Nadie se explica por qué hasta el 75% los nuevos casos corresponden a personas vacunadas, muchas de las cuales desarrollan cuadros clínicos severos o graves. Según consultas realizadas por Radio Viva 24 entre el personal médico de la isla, el número de muertes asociado a los candidatos vacunales cubanos también es alto, aunque Cuba no ha publicado datos al respecto.
Todo lo anterior prueba que:
a) El régimen cubano miente sin asco, como lo ha hecho por más de 6 décadas.
b) Las vacunas cubanas contra COVID 19 no son efectivas, ya sea porque alguien le echó agua al timerosal con el que las fabrican o adulteró las estadísticas para que se vieran mejor.
c) Cuba abrió una caja de pandora biológica de la que seguramente no saldremos en años. Sí, nosotros, los que vivimos fuera de la isla también somos víctimas de esta suerte de guerra biológica protagonizada por el castrismo; pero esa es otra teoría. Ya habrá tiempo para desarrollarla.
Mientras tanto, toca ver cómo lo que queda de Cuba se derrumba, entre los últimos estertores del castrismo.
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