Dagoberto Valdés Hernández: “Soy un laico católico que ha optado por trabajar, desde su fe, a favor de la libertad, la democracia y el progreso de Cuba”


Converso hoy con Dagoberto Valdés Hernández, intelectual católico y patriota cubano que se niega a abandonar su espacio físico y sus acciones dentro de la isla. Valdés es ingeniero agrónomo de profesión, educador de vocación y líder católico de alma. Desde su provincia de Pinar del Río, en donde nació el 4 de agosto de 1955, dirigió la revista Vitral. Actualmente dirige la revista digital Convivencia.

Es autor de los libros “Félix Varela: Biografía del Padre de la Cultura Cubana”, “Somos Trabajadores”, “Reconstruir la sociedad civil, un proyecto para Cuba”, “Cuba: Libertad y Responsabilidad. Desafíos y proyectos” y “Cuba: hora de levantar cabeza”, entre otros títulos. Sus obras abordan en profundidad la problemática cubana actual, pero lejos de quedarse en la crítica hacia el absolutismo del poder del régimen cubano, establecen claramente la relación entre libertad y sociedad civil, al tiempo que señalan la obsolescencia de un estado totalitario como causa de la subjetivación social.


Yoaxis Marchecho (YM): Háblame del Pinar del Río, de tu niñez…
Dagoberto Valdés Hernández (DVH): Pinar del Río era una ciudad pequeña, tranquila y muy hospitalaria. En realidad, Pinar es un pueblo de campo noble y tradicional, con fuerte raigambre religiosa y costumbres campesinas. Eso ha ido evolucionando hasta que en la aldea global de hoy puedes encontrarte con costumbres europeas aplatanadas o que los aparentemente más listos confundan la nobleza guajira con la bobería citadina. Siempre he estado orgulloso de mi Pinar del Río y con mucha frecuencia muestro mi condición de pinareño como un gran honor. Pinar es una reserva moral de la nación cubana.



YM.- ¿Recuerdas algo de la llegada al poder de Fidel Castro?
DVH.-  No recuerdo nada, nací el 4 de agosto de 1955. Y mi infancia fue muy familiar, se desarrollaba en cuatro espacios: en mi casa con mis padres, soy hijo único; solo un recuerdo de infancia muy impactante cuando una noche policías hicieron un registro en mi casa, supe después que supuestamente buscando joyas que escondía mi padre al que le habían intervenido una joyería. Gavetas vaciadas, colchones rotos que se llevaban a mi padre preso y mucho llanto. Mi infancia fue en la escuela pública, no alcance a asistir a colegios religiosos, aunque mi padre se educó con los escolapios; transcurría también en la casa de mi abuela paterna con mis primas que son como mis hermanas y en la Iglesia Metodista San Pablo que está a menos de una cuadra de mi casa y dónde aprendí a conocer a Cristo.
YM.- Fuiste metodista. ¿Por qué cambiaste de religión?
DVH.- Bueno, en realidad no cambié de religión, somos cristianos, fue un cambio de denominación cristiana. Hasta los diez años de mi edad viví prácticamente como un hijo de los pastores metodistas. Una noche entre el 18 o el 20 de diciembre de 1964, regresaba yo a mi casa como a las 10 de la noche después de un ensayo de la obra de teatro de Navidad en la que actuaba. Me encontré a mis padres sentados en la pequeña sala de la que hoy sigue siendo mi casa. Mi padre sentado en el sofá y mi madre en su sillón. Mi padre me dijo que quería hablar algo importante conmigo. Me asusté un poco. Me senté con él en el sofá y me dijo muy serena y dulcemente como lo recuerdo con su empeño de educador, aunque se había graduado de Contador público y era dueño de una joyería, después de unos camiones de carga y por último de una pequeña fábrica de jamones y ahumados, que le fueron sucesivamente intervenidas por el gobierno revolucionario.
Mi padre me dijo que estaba muy contento de que los pastores me quisieran como a un hijo y que mi abuela paterna, Nieves Pereira Simón, que era mi madrina de bautismo en la Iglesia Católica donde me hicieron cristiano a mis dos años, quería que yo comenzara a asistir al catecismo para prepararme para la Primera Comunión y Confirmación. Yo asistía a la Escuela Dominical de la Iglesia Metodista y me gustaban mucho las “historias” de los personajes bíblicos, recuerdo que tenía un álbum de postales con imágenes de esas historias y me impresionaba mucho la de Daniel en el foso de los leones.
Le dije a mi padre que haría lo que ellos decidieran. Pero mi padre me respondió rápidamente: el que tiene que decidir lo que va a hacer eres tú. Así que tú nos dirás a tu madre y a mí. Mi madre muda, asintiendo desde su sillón. Me resistí, lloré, pero mi padre sin alterarse insistía pacientemente. Tendrás que decidir hoy, ahora. Después de unos minutos que me parecieron horas le dije que iría al catecismo para hacer la Primera Comunión. Me abrazó y después de un momento cuando yo pensaba que todo había terminado me dice: te falta algo. Ahora subes la loma y llamas al pastor a su oficina y le dices que tú has decidido ir a la Iglesia Católica. Me volví a resistir, pero sin alzar la voz me repitió vas a ir ahora y hablas con el pastor, no delante de la gente, sino en su oficina. Subía la escasa cuadra hasta la Iglesia, pedía al pastor hablar con él en la oficina y asombrado me llevó hasta allí.

Reconstruir la sociedad civil: un proyecto para Cuba. Por Dagoberto Valdés Hernández y Luis Enrique Estrella Márquez

YM. – ¿Qué atesoras de los años en que te congregabas con los evangélicos?

DVH.- Los pastores de entonces el Rev. Flor Reina Pereira y su esposa Mirtha Fernández y Seco, ambos profesores, me trataban como un hijo pues ellos no podían tenerlos. Me llamaban el Nene y con ellos aprendí a rezar, a trabajar con un viejo mimeógrafo, a decir las primeras palabras en inglés, conocí el mar y mi primera piscina en Viñales, pero, sobre todo, aprendí a hacer “proyectos”, buscar las cosas necesarias para llevarlos a la realidad y no cejar en el empeño. Recuerdo que en cada una de las vacaciones un sobrino que venía de Matanzas y yo, inventábamos un proyecto para aquel inmenso patio de la Iglesia, una competencia de ballmintong, una jaula para establecer una cría de conejos, hasta un año que comenzamos a cavar al lado de un mango para hacer una piscina… Lo que ahora me parece más valioso y agradezco infinitamente es que aquellos pastores jamás mataron nuestros sueños y proyectos hasta que la realidad o el término de las vacaciones nos obligaban a… solo posponerlo hasta la próxima. Fue una etapa muy religiosa, feliz y educativa. Hoy sigue dando frutos.

YM. – ¿De ahí tu espíritu ecuménico?
DVH.- Puede ser que sea la raíz de mi espíritu y actitud ecuménicos, pero de forma inconsciente. Fue varios años después en mi adolescencia y juventud que transcurrió justo coincidiendo con la puesta en marcha de las enseñanzas del Concilio Ecuménico Vaticano II, ese clima ecuménico que, lamentablemente por causas de orden político, no se ha repetido fue una escuela para mí. Recuerdo los coros interdenominacionales, especialmente uno formado por bautistas con su pastor Alberto González al frente, por metodistas, con la pastora que era la directora coral y por católicos con el P. Jaime Manich schp. También como participante. Iban por los templos de las diferentes congregaciones dos veces al año por Navidad y Semana Santa. Otra escuela de ecumenismo fueron las Semanas de Oración por la Unidad de los Cristianos que celebramos en enero cada año cerca de la celebración de la Conversión de San Pablo. Y también, debo decirlo, mi ecumenismo se ha fortalecido por el testimonio coherente y entrañable de ansias de cumplir con el mandato de Jesús: “Sean uno para que el mundo crea” (Jn.17,21) de pastores como Mario Félix LLeonart, Yoaxis Marcheco y de obispos y sacerdotes católicos que son un paradigma de unidad y amor entre hermanos de Cristo.
YM. – ¿Cómo te sentiste cuando en el año 2017 el Instituto Patmos, coordinado fundamentalmente por cristianos evangélicos, te entregó el Premio que concede anualmente?
DVH.– Tengo que confesar que ha sido uno de los premios que he recibido con mayor emoción, agradecimiento y asombro. Si, más que asombro con estupor. Al recibir la noticia pensé que habría un error, pero la convicción con que Leonardo me lo anunció por teléfono no me dejó lugar a dudas. Entonces comencé a hacerme una serie de preguntas mientras en mi oración daba gracias por este inmerecido gesto de comunión cristiana. Me preguntaba: ¿cómo ha sido posible que, precisamente, en el año 2017 en que se cumplen 500 años de la reforma de Martín Lutero, sea a un laico católico al que se premiaron con un galardón que tiene su origen en un Instituto de cristianos evangélicos?
Conociendo a numerosos pastores y laicos evangélicos que se merecen con creces este Premio más que yo, ¿cómo han podido olvidar a…? y ahí comencé a recordar nombres de hermanos de diferentes denominaciones cristianas que han dado testimonios heroicos durante las últimas décadas de persecución religiosa. Por último, comencé a comprender que no era por méritos propios sino por el gran amor, la profunda comunión y la solidaridad concreta de los que decidieron otorgarme este significativo Premio en un año tan especial, lo que motivó el dictamen del jurado y por supuesto, nada que ver con los méritos del galardonado. Enseño la preciosa placa como quien muestra un Nobel o como quien testimonio el inmenso amor entre seguidores de Cristo. En verdad, este premio tiene mucho que ver conmigo.



YM. – Y de la Iglesia Católica Cubana qué hombres de fe han marcado tu vida, y quien dice hombres también dice mujeres…
DVH.- Por supuesto que dentro de la Iglesia Católica tanto en Cuba como a nivel universal, he tenido la dicha y el regalo de encontrarme con heroicos testimonios que han marcado mi vida, comenzaré por mi adolescencia y juventud: recuerdo a dos sacerdotes con los que prácticamente crecí y me formé, el Padre Cayetano Martínez Sánchez que fue durante 63 años párroco de Pinar del Río y me bautizó, me dio la Primera Comunión, fui su acólito hasta que murió en 1986 y fue como un segundo padre para mí que quedé huérfano de padre a los 10 años, de él su fidelidad, su firmeza, su disciplina y su amor a Cuba.
El otro fue el P. Jaime Manich y Franch, escolapio catalán que fue rector de las Escuelas Pías de Pinar cuando mi padre estudiaba en la de Pinar y luego decidió quedarse en Cuba cuando todos sus hermanos se marcharon al intervenirles el colegio. Fue un testimonio de educador, creo que mi vocación docente nació de ahí; su humildad, su laboriosidad callada y eficaz, su método de avanzar sin alharacas. Su amor por la música religiosa y por los trabajos de multicopias en un viejo mimeógrafo, quizá de ahí mi vocación de editor de publicaciones. La primera en que participé fue una hojita de papel amarillento en mimeógrafo que se llamó “PREDI – Presencia Diocesana” en la década de los 70´s. También marcaron mi vida las religiosas Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul. Más tarde, Mons. José Siro González Bacallao, quien fuera obispo de Pinar del Río por casi 25 años, fue otra de las personas que marcó mi vida. Fue quien patrocinó la Comisión Católica para la Cultura que presidí durante 25 años, la fundación del Centro de Formación Cívica y Religiosa, la revista Vitral y tantas obras más. Fue un pastor, un padre y un amigo para mí.



YM. – ¿Por qué no pudiste estudiar la Carrera de sociología?
DVH.- No pude estudiar sociología porque era católico y practicaba comprometidamente mi religión. Los creyentes de cualquier denominación no podíamos estudiar carreras de humanidades, ciencias sociales, leyes, solo carreras técnicas. Entonces matriculé Bioquímica en la Universidad de La Habana donde estuve solo un año. No me gustaba, estaba lejos de mi casa y de mi Iglesia y pedí el traslado para Agronomía que se estudiaba en Pinar del Río donde me gradué en 1980. Claro que tampoco era mi vocación y por eso, al principio sentí una gran frustración. Le ofrecía todo al Señor y me hice el propósito con su ayuda de buscar mis propios caminos para ponerme al servicio de la sociedad. Al finalizar mi carrera fui uno de los cinco primeros expedientes y mi Boleta de Ubicación Laboral decía que mi trabajo sería quedarme de profesor en la misma Universidad. Estuve del 18 de julio al 2 de noviembre de 1980 peregrinando en busca de trabajo porque en la Universidad no me aceptaron por ser religioso. Al final me dieron la ubicación para trabajar en una Empresa agrícola de tabaco que estaba ubicada en “Briones Montoto”, uno de los tres pueblos cautivos a donde habían concentrado a los habitantes de la Sierra del Escambray en la antigua provincia de Santa Clara donde hubo unas guerrillas contra el giro comunista de la revolución. Allí trabajé durante 10 años. Cada cierto tiempo iba un oficial de la Seguridad del Estado a controlarme, aunque no directamente sino a través del director de la Empresa.

Cuba: libertad y responsabilidad : desafíos y proyectos. Por Dagoberto Valdés.

YM. – ¿Por qué te expulsaron de tu trabajo como ingeniero agrónomo en el año 1996?
DVH.- En 1990 la empresa se unificó a otra y fui trasladado a trabajar desde la ciudad de Pinar del Río como ingeniero agrónomo de la Empresa municipal de Tabaco, hasta que en 30 de abril de 1996 fui citado a una reunión en con los directivos de la Empresa en la que me dijeron que no podía seguir trabajando como ingeniero si no dejaba de dirigir la revista Vitral que había sido fundada el 3 de junio de 1994 y ya tenía un alcance y repercusión en toda Cuba. Tenía que elegir. Sin dudarlo, por la gracia de Dios, les dije que la revista Vitral y el Centro de Formación Cívica y Religiosa (CFCR) eran mi compromiso principal que partía de mi fe en Cristo y mi pertenencia a la Iglesia y que eso no lo dejaría por nada. Fue la mejor decisión de esta etapa de mi vida. Recordé la forma en que mi padre me enseñó desde muy pequeño a elegir y a saber lo que era el comunismo.
YM. – ¿Pasaste de ser ingeniero a ser recolector de yaguas?
DVH.- En efecto, el 2 de mayo de 1996 comencé a trabajar como yagüero, es decir, cada mañana a las 7.30 subía a una carreta tirada por un tractor soviético para, junto a una pequeña brigada, salir a los campos a recolectar docenas de yaguas, que es la vaina de la hoja de la palma real que se utiliza para embalar la hoja de tabaco para su traslado. Al principio mis compañeros yagüeros desconfiaban de aquel “ingenierito con manos de médico”- decían. ¿Qué hacía arriba de esa carreta recogiendo yaguas? Era un “chivato” (delator) o estaba castigado por ladrón o por otra causa común. Una semana después fue el nuevo jefe que “me atendía” y les aclaró que yo estaba allí castigado por ser el fundador y director de una revista “contrarrevolucionaria”. El alma les vino al cuerpo. Entonces comenzó una larga amistad que dura hasta hoy. Encima de la carreta me convertí en evangelizador, no solo por el testimonio de estar allí por haber escogido a Cristo antes que cualquier título de esta tierra, sino porque en los largos recorridos hasta los palmares, bajo el sol y chorreando sudor, no cesaban las preguntas sobre Dios, sobre la religión, sobre la revista que enseguida fue solicitada y reclamada cuando tardaba. Fuimos una verdadera familia. El más joven de la brigada de yagüeros se casó y tuvo un hijo y me pidió bautizarlo y que yo fuera el padrino. Así fue, a los lazos laborales se unieron los lazos espirituales.


YM. – ¿Cuál fue el fruto de esos diez años y un mes de castigo?
DVH.- Tengo que decir que fueron los 10 años y un mes más ricos de mi vida. Todos los días al subir a la carreta y al ir dando trastazos por los agrestes caminos de los campos pinareños ofrecía este pequeño sacrificio a Dios, mi único Señor y Maestro. Al salir y entrar a la ciudad, cuando me veía gente conocida y al saludarme con una cara de pena y tristeza, ladeando la cabeza, les respondía siempre con una gran sonrisa que los dejaba asombrados. Quería que supieran que, para mí, la vida es Cristo y que a su servicio toda cruz es gloria y todo castigo ganancia (Filp.1, 21). Nunca usé sombrero ni gorra ni nada que pudiera ocultar mi identidad, quería que vieran quién era y cuando me preguntaban decía con orgullo: soy yagüero por Cristo.
Y por si esto fuera poco, el 25 de enero de 1998, recibí siendo yagüero de manos del Papa San Juan Pablo II una Biblia bendecida por él, y entregada a 20 laicos de toda Cuba elegidos por su compromiso cristiano en medio de este régimen. Fue durante la Misa con la que concluyó aquella histórica visita a Cuba en la Plaza Cívica José Martí frente a todo el pueblo y al propio Fidel Castro. Eso fue después de la lectura del Evangelio según san Lucas: “El espíritu del Señor está sobre mí, me ha ungido y me ha enviado para dar buenas nuevas a los pobres, para sanar a los quebrantados de corazón; para pregonar la libertad a los cautivos…” (Lucas 4, 14-24). Parecía que aquella lectura fuera proclamada para que fuera mi programa de vida y en cierta medida ya lo era en las yaguas y por la causa por la que fui castigado.
Nunca he vivido con esa experiencia de la enriquecedora tensión de tener un pie en lo más profundo de los campos cubanos y de la cruz y el otro pie en lo más alto del servicio a mi Iglesia. Sin lugar a duda que ese apasionante castigo-servicio, misterio de cruz y vida, de dolor y gozo en el alma, han sido los diez años mejores de mi vida. Doy gracias a Dios por tan alto e inmerecido regalo. Es por ello que el único título que reclamo para mí es el de “yagüero de Cristo”. Y testifico que creo y espero en la Palabra de Jesús mi Señor: “quien deja algo por mi causa, recibirá el ciento por uno en esta vida y la vida eterna en el Cielo” (Mt.19,29)
YM. – Dirigiste la Revista Vitral. ¿Por qué no continuaste realizando esta función?
DVH.- Fundé y dirigí la revista Vitral durante 13 años, desde el 3 de junio de 1994 hasta el 21 de marzo de 2006 fecha en que el recién electo obispo de Pinar del Río, Jorge Enrique Serpa Pérez, decidió intervenir en todas las obras del Centro de Formación Cívica y Religiosa (CFCR), disolviendo este centro y cambiando radicalmente el perfil editorial y todo lo relacionado con Vitral. Como no podíamos negar el servicio que considerábamos habían ofrecido por Cristo, a la Iglesia y a Cuba, solo por nuestra fe, los laicos que estuvimos desde la fundación decidimos no dar nuestro consentimiento a esa nueva línea. El Centro había impartido a miles de personas creyentes o no, disidentes o religiosos, muchas veces sus más de veinte cursos de formación ética, cívica y religiosa.
YM. – ¿Cuándo comienzas a dirigir la Revista Convivencia y quiénes la fundaron contigo?
DVH.- Fundamos la revista Convivencia un grupo de laicos católicos que trabajamos en Vitral y el Centro de Formación. El Consejo de Redacción fundador estuvo compuesto por Virgilio Toledo, Karina Gálvez, Belisario Pi Lago, Jesuhadín Pérez, Daguito Valdés como web master, y un servidor como director. Con el tiempo, el equipo ha ido renovándose y diversificándose, y por él han pasado Maikel Iglesias, Henry Constantín, que después fundó y dirige La Hora de Cuba, Livia Gálvez, hasta llegar al actual Consejo que es el más joven como edad promedio y está formado por: Yoandy Izquierdo, Jorge Ignacio Guillén, Rosalia Viñas, Néstor Pérez y un servidor. El actual web máster es Javier Delgado. La revista Convivencia ya ha superado los 78 números que publicamos bajo nuestra dirección en Vitral, hemos publicado 83 ediciones bimestrales durante 14 años sin fallar un número.
YM. – Pero Convivencia terminó siendo más que una revista…
DVH.- Convivencia comenzó de forma similar al Centro cívico y Vitral. Primero, fueron las tertulias de formación semanales el 15 de octubre de 2007, cuatro meses después, se subió el primer número revista Convivencia el 15 de febrero de 2008, luego vino el acompañamiento a micro-proyectos como La Isleña, los encuentros con otros grupos cívicos. Más tarde, aunque era una iniciativa independiente, horizontal y sin dirección fija sino rotativa para cada sesión, participamos en la fundación de Espacio Abierto de la Sociedad Civil, que logró convocar y trabajar al más amplio y diverso consenso de aquellos años dentro de Cuba. Sus reuniones se efectuaron en la casa de Yoani Sánchez y Reinaldo Escobar que fue otro de sus fundadores.
Por su parte, la maduración de Convivencia continuó y hace seis años alcanzó a llegar a su objetivo principal que siempre fue, continuar desde Vitral y el CFCR, la producción de pensamiento, análisis de la realidad y propuestas para Cuba. Reanudamos el “Itinerario de pensamiento y propuestas para Cuba” que había sido interrumpido con la intervención del CFCR y Vitral, y nos convertimos en el primer think tank independiente radicado y coordinado desde dentro de la Isla pero que trabaja con dos pulmones: Isla y Diáspora. Hemos podido celebrar, seis encuentros del CEC junto con pensadores, académicos y ciudadanos que viven en diferentes países, gracias a la generosidad y acogida de la Universidad Internacional de la Florida y en el primer encuentro también gracias a la Universidad Católica Santo Tomás.
YM. – Hablemos de la represión que han sufrido los miembros de Convivencia en los últimos tiempos, por parte de la Seguridad del Estado Cubano.
DVH.- La represión, de diferentes formas y con diversos actores, ha sido y es una constante durante toda mi vida y durante la existencia de los dos grandes proyectos en que he tenido el honor de trabajar: el CFCR con Vitral (1993-207) y el Centro de Estudios Convivencia (2007- hasta hoy). No hay un proyecto de la sociedad civil cubana que no haya sufrido algún tipo de represión. Nosotros, también hemos sido distinguidos con esa cruz de gloria. Hostigamientos, interrogatorios que ellos llaman entrevista o conversaciones, amenazas, fichaje de nuestras huellas, fotos y olores, detenciones, chantajes, anónimos, cuatro programas en la Televisión como las Razones de Cuba, sesiones enteras de difamación, ataques y amenazas en la “Mesa Redonda”, editoriales en el periódico Granma y otras publicaciones nacionales, entre otras. La represión es consustancial a los regímenes totalitarios. Estos sistemas van contra la naturaleza humana, causan un grave daño antropológico, desarticulan a la sociedad civil, penalizan la discrepancia, ante esto, cada ciudadano intenta su propio desarrollo personal y para ello trata de ser libre. Es entonces que cae la represión sobre cada uno de los que intentan ejercer sus derechos o salvaguardar su dignidad y desarrollo. Esa es la causa profunda de toda represión en sistemas totalitarios como el de Cuba. Uno puede buscar otras causas y las encuentras, pero podemos caer en la tentación de calcular que con una u otra forma de comportamiento no habrá represión, o disminuirá. No es así. Las tinieblas no resisten la luz, sea cual fuere su intensidad y color. Se encandilan, se ciegan, le temen. Es por ello que un pequeño proyecto, como aquella parábola del fosforito en medio de una habitación oscura alcanza para encontrar la puerta y el camino. Por eso creo en la fuerza de lo pequeño, en la eficacia de la semilla y en la virtud de los hijos de la Luz que es Cristo. Por Él, con Él y en Él somos fuertes en nuestra debilidad. Por la fe es que hemos vivido, pensado y actuado lo que hemos ofrecido en el Altar de Dios y de la Patria.
Confieso que Cristo ha sido mi fuerza, mi refugio, mi libertador. Y testimonio que la fe, vivida coherentemente, a pesar de nuestras limitaciones y pecados, es hoy, y puede ser, en el futuro de Cuba una enorme fuerza moral, la fuente inagotable de valores y virtudes. Sin la fe mi vida sería como un “agujero negro”, como esos del Universo insondable por donde se pierde todo. Recordemos la definición para aprender la parábola: un agujero negro “es un espacio limitado del Universo en cuyo interior existe una concentración de masa lo suficientemente elevada como para generar un campo gravitatorio tal que ninguna partícula material, ni siquiera la luz, puede escapar de ella.”
Perdona que me haya extendido, pero con frecuencia nos quedamos en la narración de los hechos represivos, en su inmediatez dolorosa, pero eso favorece al represor porque desanima a los que contagia el reprimido. Es necesario profundizar en el origen, la naturaleza y la dinámica de la represión. Se pudiera escribir un libro sin tener que describir un solo caso concreto. Se trata de la naturaleza del totalitarismo comunista. Por eso todo el que lleva luz es crucificado. Yo soy un hombre de fe, por la gracia de Dios, por eso soy de los que creen en la Luz.


YM. – ¿Cómo ves el rol social de las Iglesias católicas cubanas?
DVH. – Precisamente creo que ese es el rol social de la Iglesia, de todas las denominaciones cristianas, ser discípulos y misioneros de la Luz sin ocaso que es Cristo. Las iglesias deben ser reflejo y trasmisoras del “Sol que nace de lo alto para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz” como dice el cántico del profeta Zacarías, uno de mis preferidos de la Biblia que rezamos los católicos en la oración de Laudes todas las mañanas. (Lc.1, 68 -79).
La Iglesia debe ser portadora de esa luz que concretando puede significar ser sembradora, vivero y cultivadora de espiritualidad. Como diría el Papa San Pablo VI en su Carta Encíclica “Evangelli nuntiandi” sobre la evangelización en el mundo contemporáneo es necesario evangelizar, llevar la libertad de la Luz: “Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad: “He aquí que hago nuevas todas las cosas” (Apoc. 21,5). Pero la verdad es que no hay humanidad nueva si no hay en primer lugar hombres nuevos…cuando, por la sola fuerza divina del Mensaje que proclama, trata de convertir al mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad en la que ellos están comprometidos, su vida y ambiente concretos…no se trata solamente de predicar el Evangelio en zonas geográficas cada vez más vastas o poblaciones cada vez más numerosas, sino de alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en contraste con la palabra de Dios y con el designio de salvación…lo que importa es evangelizar —no de una manera decorativa, como un barniz superficial, sino de manera vital, en profundidad y hasta sus mismas raíces— la cultura y las culturas del hombre en el sentido rico y amplio que tienen sus términos.” (E.N. 18-20)
El futuro de Cuba depende de que alcancemos a transformar estos componentes de la cultura cubana. Es una gesta colosal, pero así es la edificación del Reino de Dios, sin olvidar que siempre comienza por el grano de mostaza.
YM. – Qué nos puedes comentar respecto a tus últimos éxitos académicos. ¿De qué forma empleas esa superación en la labor cívica educativa que desempeñas en tu natal Pinar del Río?
DVH. – Bueno, esto sería lo menos importante de tu genial entrevista, me alegro de que lo hayas dejado para el final. He sido durante toda mi vida una persona autodidacta por necesidad debido a la segregación de los estudios humanísticos y sociales que son mi vocación. La Iglesia me lo dio todo en esto también, acceso a las bibliotecas de las Iglesia. Recuerdo que, al fundarse la Biblioteca Diocesana de Pinar del Río, el obispo desembarcó en mi casa montañas de cajas con las donaciones de libros y me pidió que los indexara, con su ficha y todo. Estuve meses, un año y medio, sin parar. Y luego pude beber en todas aquellas fuentes que, por supuesto, no podían estar en las bibliotecas del Estado. Además, durante décadas pude participar en encuentros de formación en mi parroquia, en el obispado, en todas las otras diócesis de Cuba. Durante la preparación de la REC y el ENEC estudié historia de la Iglesia en Cuba y luego tuve que estudiar mucho para escribir el borrador del capítulo de Fe y Cultura del documento final del ENEC. Luego vinieron las Semanas Sociales Católicas y en ellas aprendí mucho y también tuve que estudiar porque presenté en cada una de ellas una ponencia que después compilaría en uno de mis libros. Para escribir los cursos del CFCR también tuve que estudiar y después ponerlos al día para publicarlos en el libro de Ética y Cívica. Participar en Justicia y Paz en Roma fue también una grandísima escuela y un eficaz entrenamiento como miembro de un organismo internacional. Como vez ha sido estudiar para servir mejor.
Por fin, en 2018, gracias a unos amigos de un grupo de Derechos Humanos de la sociedad civil cubana en España, entré en contacto con la Universidad Católica Francisco de Vitoria en Madrid y ella nos abrió las puertas para que tres miembros del Consejo de Convivencia hiciéramos una Maestría en Ciencias Sociales aplicadas. Fui elegido para decir las palabras de agradecimiento en nombre de los graduados y entonces dije que para el que persevera y pone su vida en Manos de Dios, alcanza sus sueños, porque “para Dios no hay nada imposible”. Precisamente escogí, para el tema de la Tesis con la que culminé ese Máster: “El daño antropológico causado por el totalitarismo en Cuba”. Todo ese tiempo lo dedique a investigar, con encuesta hecha en Cuba incluida, este tema que considero de decisiva y trascendental importancia para el futuro de Cuba. Los cambios económicos y políticos llevarán un tiempo, pero lo que más tiempo y esfuerzo requerirá será el proceso de sanación del daño antropológico, por eso, al volver a ofrecernos la Universidad la oportunidad de hacer un Doctorado en Filosofía a los tres que pasamos el Máster, he escogido precisamente los fundamentos antropológicos-filosóficos en Varela y Martí que puedan servir para un proyecto humanista que inspire los procesos de sanación de ese daño. Todo lo he ido aplicando a los proyectos donde he participado y así será hasta el final de mi vida, con la ayuda de Dios. Estudiar por estudiar no tiene sentido: Estudiar para ser mejor, estudiar para servir mejor.



YM. – ¿Te consideran un, opositor al Sistema? ¿Lo eres?
DVH. – Con todo lo que he dicho hasta aquí todos podrán comprender que me sitúo prácticamente desde mi niñez, gracias a mi familia y a la Iglesia, como ya he dicho, en las antípodas de este sistema. Quisiera que mis hijos y mis nietos puedan decir de mí que nunca ni estuve ni colaboré con este régimen en Cuba, ni con ninguna forma de comunismo, porque va contra la naturaleza humana. Tampoco he sido de los que creen que es compatible ser comunista y ser cristiano, tal como el comunismo plantea su visión sobre la persona humana, la sociedad y el mundo. Estoy contra la lucha de clases, contra la violencia en todas sus formas, contra la pena de muerte, contra los sistemas de partido único y del control total del Estado sobre vidas y haciendas. En la teoría y en todas las veces que han intentado llevarlo a la práctica, porque ha sido un fracaso total y porque ha dañado profundamente la condición humana.
Dejando esto claro, quisiera especificar los conceptos. Técnicamente un opositor político es aquel ciudadano que se opone al gobierno y aspira a llegar al poder para cambiar la situación, para ello funda un partido o movimiento con el que competirá en democracia. Según ese concepto no soy un opositor político. Nunca he fundado ni pertenecido a un partido ni a un movimiento político.
Soy un laico católico que ha optado siempre por trabajar, desde su fe, a favor de la libertad, la democracia y el progreso de Cuba, desde la Iglesia, como parte de la sociedad civil.
YM. – ¿Qué mensaje le envías al pueblo cubano en este final de 2021 y para el año que comienza?
Este año pasará a la historia de Cuba, sin ningún lugar a dudas por el desarrollo y activismo de la sociedad civil que se ha expresado de múltiples formas, entre ellas, el impacto del periodismo independiente, el rol movilizador y creador de estados de opinión de las redes sociales en Cuba, los hechos del Barrio San Isidro y del 27 de noviembre frente y dentro de la sede del Ministerio de Cultura en La Habana. Hasta que el 11 de julio de 2021 ocurrió lo que nadie creía, lo que nadie esperaba, lo que Cuba necesitaba: una explosión social multitudinaria y pacífica, que fue enfrentada de forma violenta por el Estado y aprovechada por no se sabe aún quién para unos pocos actos de vandalismo con los que han intentado sin éxito, descalificar el estallido social pacífico. Julio El 11 de ha marcado un antes y un después en la historia reciente de Cuba.
Todos los lunes comparto con mi pueblo un mensaje de aliento y esperanza en mi columna de la revista Convivencia (www.centroconvivencia.org). Los invito a leerlos y compartirlo. Todos ellos se podrían resumir en este mensaje que ahora comparto con ustedes:
Creo que Cuba tiene un alma noble, emprendedora y cristiana. Creo que el daño antropológico causado por el totalitarismo en los cubanos puede ser sanada bebiendo del pozo insondable del nacimiento de nuestra nación de manos de Varela y de Martí, junto con tantos otros patricios que pusieron los cimientos de nuestro hogar nacional.
Espero, deseo y rezo para que bebamos de esas raíces y recobremos fuerzas para que Cuba vuelva a ser, de forma renovada y actual, un Estado de Derecho, una sociedad próspera, una familia unida en la diversidad, un país abierto al mundo en sana convivencia pacífica, y que para ello no se canse nunca en la búsqueda de Dios: Verdad, Bondad y Felicidad.
Muchas gracias.


 

 

 

 

 

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