El 12 de agosto de 2015, a las dos de la tarde, Paloma López llamó a la ambulancia que la trasladaría hasta el Ramón González Coro, un hospital ginecobstétrico de La Habana.
Había comenzado su trabajo de parto en casa desde la mañana porque había escuchado a otras madres decir que en el hospital las trataban mal.
Llegó con seis centímetros de dilatación, pero sin romper fuente.
“Me pasaron a la camilla a monitorearme, me levantaron, me llevaron al cuartico raro, entonces sin decirme nada (la doctora) saca un pincho y ¡pa!, me mete el pincho y me dolió. Y yo con el grito, ¡pero eso qué es! Y era para romperme la fuente”, publica Animal Político.
#Cuba: Parir en Cuba: cómo un sistema autoritario permite la violencia obstétrica. https://t.co/z1AoUkLRsM
— Lado.mx (@lado_mx) July 17, 2022
La obstetra se tiró con todo su peso sobre la barriga de Paloma y con el antebrazo intentó presionar el útero y empujar la bebé hacia abajo.
Del susto, Paloma le dio un manotazo a la doctora. Esta, como estaba apoyada sobre ella y prácticamente tenía los pies en el aire, cayó al suelo, sentada.
—¡Mira la puta esta, no quiere que la ayuden! Va a matar a la chiquita —cuenta Paloma que gritaba.
—Doctora, no me diga eso, usted tiene que pedir permiso.
—No, tú no sabes nada.
La doctora intentó varias veces aplicar la maniobra. Paloma reaccionó de la misma manera, empujándola, hasta que, conteniendo el dolor, permitió que la obstetra se subiera sobre su barriga. “Me halaron, sentí el desgarre de mi niña, cómo me la sacaron —cuenta.
Ahora sé que eso fue antes de tiempo, que no fue orgánico. Y me hizo tremenda rajada la niña allá abajo.
En los dos últimos años un número creciente de madres cubanas ha compartido sus experiencias de parto en redes sociales y medios independientes; lo que ha desatado un #MeToo obstétrico en la isla.
Algunas madres han denunciado haberse sentido maltratadas verbal o psicológicamente. Otras dijeron que se les negó información de lo que les sucedía o nunca se les pidió consentimiento para practicarles ciertas intervenciones.
Muchas describieron su parto como un evento traumático en el que fueron tratadas como seres sin autonomía cuyo bienestar carece de importancia.
Para algunas, el problema residió en que sufrieron exceso de medicalización o prácticas agresivas. Una de ellas es la maniobra de Kristeller, que pone presión sobre las costillas y ha sido cuestionada por la OMS desde el año 1996.
Otra es la episiotomía, un corte en el perineo, entre la vagina y el ano, para facilitar el parto y que a menudo se realiza sin consentimiento y/o sin necesidad.
Otras pacientes dijeron que se sintieron abandonadas o ignoradas.
Los testimonios han contribuido a visibilizar un problema que existe en la mayoría de los países del mundo, pero que en Cuba había permanecido especialmente invisibilizado y naturalizado: la violencia obstétrica.
La presente investigación, Partos Rotos, pone en evidencia que se trata de un problema sistemático en el país.
Casi 500 mujeres de todas las provincias participaron en el estudio. Ellas llenaron un cuestionario en el que se les preguntó cómo fue su parto.
En total, se recopiló información detallada de 514 nacimientos, por cesárea o parto vaginal, en su mayoría ocurridos en las últimas dos décadas.
La investigación no se basa en una muestra representativa y sus resultados no tienen validez estadística, pero es lo suficientemente amplia como para ofrecer un panorama general de cómo se manifiesta la violencia obstétrica en el país.
Las entrevistadas describieron un sistema de salud en el que sus peticiones de tratamiento para el dolor son ignoradas (86%) y en el que aún son comunes procedimientos agresivos que en otros países ya no se realizan de manera sistemática.
En casi la mitad de los partos se practicó dilatación manual o torniquete, y en un tanto similar la maniobra de Kristeller. La episiotomía se aplicó en tres cuartos de los casos.
Las entrevistadas también pusieron en evidencia que la falta de consentimiento y los malos tratos son comunes.
Casi la mitad dijo que el personal médico actuó sin pedir su consentimiento, lo que viola los derechos humanos de las pacientes, según la Relatora Especial sobre la violencia contra la mujer de las Naciones Unidas (ONU).
Además, en el 41% de los casos las madres dijeron haber sufrido violencia verbal o psicológica. El personal médico las ignoraba cuando hacían alguna petición o las acusaban de poner en riesgo la vida de sus bebés.
Cuba no es el único país donde aún son comunes estas y otras prácticas médicas que violentan a las mujeres.
Se trata de un fenómeno global, relacionado con el machismo y la cultura patriarcal que atraviesa los sistemas de salud, y que ha sido visibilizado por el feminismo.
Según Eva Margarita García, doctora en Antropología y autora de la primera tesis sobre violencia obstétrica en Europa, la violencia obstétrica es la suma de violencia de género y mala praxis médica.
Ella la define como aquella violencia ejercida por parte del personal sanitario sobre los cuerpos de las mujeres y su vida reproductiva mediante un trato deshumanizado, un abuso de medicalización y una patologización de los procesos fisiológicos.
Para la experta, esta violencia es mediada por un sesgo de género que infantiliza a las mujeres como excusa para tratarlas de modo vejatorio.
No obstante, se trata de una práctica tan normalizada socialmente que resulta difícil identificarla como un problema.
Sin embargo, en Cuba se dan circunstancias que contribuyen a que este problema sea especialmente agudo. De acuerdo con profesionales de la salud entrevistados para esta investigación, el sistema de salud cubano es una organización vertical en la que los médicos apenas disponen de margen para introducir reformas.

Reciben fuertes presiones para mantener ciertos indicadores estadísticos, sobre todo con respecto a mortalidad infantil, y tienen pocos incentivos para mejorar la calidad de la atención o pensar en el bienestar de las madres.
Además, en un país que se considera una potencia médica y es gobernado de manera autoritaria, las posibilidades de reconocer y atender el problema son más reducidas que en otros países.
Para este reportaje se entrevistó a ocho médicos especialistas —cuatro mujeres y cuatro hombres—que forman o han formado parte del Programa de Atención Materno Infantil (PAMI), programa que centraliza la salud reproductiva de las mujeres en el país.
De ellos, seis están en activo. Todos prefirieron mantener el anonimato por miedo a represalias como perder su puesto de trabajo o ser expulsados del Ministerio de Salud Pública (Minsap).
Varios señalaron que en Cuba persisten estereotipos de género en el sistema médico que influyen sobre el trato que reciben las mujeres en el parto.
Por ejemplo, un médico general integral con décadas de experiencia en la zona central del país justificó varias prácticas de violencia obstétrica “sobre todo en mujeres con trabajo de parto demorado o en mujeres que son ñoñas o majaderas”.
También se observa una tendencia a ver a las mujeres en el parto como personas ignorantes y/o que deben ser pasivas. Informar, pedirles consentimiento, permitir acompañamiento o simplemente caminar durante el trabajo de parto es visto como un obstáculo para la labor de los profesionales. Como muestran las entrevistadas, no son prácticas comunes.
“Se prioriza el bebé, la atención al recién nacido y que la mamá no sangre, pero olvidan al ser psicosocial”, relata un residente de ginecología y obstetricia de Holguín.
También sucede que algunos obstetras creen que el parto siempre es doloroso y aliviar el sufrimiento no es prioritario.
Además, a las pacientes que solicitan cesárea se les ve como buscando “comodidad” y se opta por “forzarlas” al parto vaginal.
La expectativa de que las mujeres deben obedecer indicaciones médicas sin protestar es común en el personal de salud………
Foto: Internet
Vía: Animal Político